La actualidad de la historia viene dada por la
declaración de independencia, con respecto a Estados Unidos, que los
Lakota-Sioux han promulgado el 19 de diciembre de 2007 y de la que todavía no
se han retractado, fundando recientemente la que denominan Republic of Lakota.
Se trata del último acto de afirmación de unos pueblos que empezaron a llegar
al continente americano en pleno paleolítico inferior, coincidente con la Edad de Hielo del periodo cuaternario.
Los comienzos
El motivo de que estos grupos humanos
emprendieran esta gran migración hace aproximadamente 35.000 años sigue siendo
un misterio. Se sabe que lo hicieron escalonadamente y que tardaron otros
12.000 años en completarla, según la datación de las herramientas líticas
halladas en el río Yucón. Los más posible es que, siendo tribus dedicadas a
la caza y recolección, allá en las lejanas estepas de lo que hoy conocemos como
Mongolia, llegaran atravesando Siberia y el helado Estrecho de Bering, siguiendo el rastro migratorio de las
manadas de animales que les servían de sustento, incluyendo al mamut.
Esta marcha intercontinental fue una gran
epopeya. Sólo tenemos que imaginarnos a cientos de personas vestidas con pieles
de animales, caminando o montadas sobre pequeños caballos trotones -los típicos
de los mongoles- arrastrando sus escasas pertenencias en camillas, pues no
conocían la rueda, durante miles de kilómetros sobre terreno helado, haciendo
frente a bajísimas temperaturas, a tormentas de nieve y ventiscas, soportando
el eterno invierno boreal.
Pero lo consiguieron. Llegaron a Alaska y se
lanzaron al sur. Todavía hoy existen semejanzas étnicas y lingüísticas entre
indígenas bolivianos o peruanos y otros de las tribus situadas más al norte,
como los inuit (esquimales). Nosotros nos limitaremos en estos informes a las
colectividades asentadas en Canadá, USA y norte de México.
Los ”pieles rojas”
Cuando los primeros blancos llegaron a
Norteamérica en el siglo XVI, aquel vasto territorio se encontraba habitado por
gentes a quienes los franceses llamaron “pieles rojas" por el del pigmento con el que decoraban
sus rostros. Estaban agrupados en diferentes naciones o confederaciones, que a
su vez se dividían en tribus y clanes que no siempre se llevaban bien entre
ellas. Poseían una cultura muy rica, variada y espiritual fundamentada en la armonía y el respeto a la
naturaleza, cuyo equilibrio fue roto por los invasores.
A la llegada de los colonizadores europeos
existían en Norteamérica en torno a diez millones de individuos, que
constituían unos trescientos grupos en diversos grados de desarrollo y
múltiples hibridaciones culturales, una diversidad que se aprecia en la
existencia de doce ramas lingüísticas y numerosas lenguas y dialectos
derivados.
Durante siglos, las actividades principales
continuaron siendo la caza y la recolección. En las zonas semidesérticas, más
limitadas en recursos, comenzó a practicarse la agricultura y la domesticación;
en las extensas llanuras centrales, la economía de muchos pueblos se basaba en
los bisontes, que se movían en grandes manadas. De ellos sacaban
la carne, la grasa para cocinar y mantener el fuego, las astas para los adornos
rituales y la piel para confeccionar la ropa y los tipis.
Las guerras de los indios
Desde el siglo XVI hasta hoy, los indios
-llamados así por el equívoco de Colón al creer que llegaba a la India por occidente- no han
parado de luchar para mantener su cultura, sus tradiciones y su independencia.
Ni siquiera el poder de los Estados Unidos ha conseguido que se rindan. Una de
las tribus más combativas ha sido y sigue siendo la de los míticos Sioux,
quienes no han parado de guerrear contra el hombre blanco desde que en 1700
fueran expulsados de Minessota. Los Sioux has sobrevivido a múltiples intentos
de exterminio, el último en 1890 con la matanza de Wounded Knee,
cuyo aniversario siguen rememorando cada año.
Por fin en 1978, miles de indios
procedentes de todas las reservas de Norteamérica se dirigen caminando, en una
larga marcha, hasta Washington D.C. para reivindicar sus derechos y consiguen
que se firme el Acta de Libertad Religiosa, por la que el gobierno autoriza los
ritos tribales y el uso de las lenguas indias, prohibidos desde 1883.
Esto fue una pequeña victoria. Ahora los Sioux
han dado un paso más al frente: la Declaración de Independencia.
Mitología
Para los indios norteamericanos todos los elementos de la
naturaleza poseían un espíritu propio. Esto se manifiesta en la importancia de
los animales en mitos y creencias
La cultura de los indígenas norteamericanos
refleja la profunda relación que tenían con el entorno que les rodeaba. Para
los indios todos los elementos de la naturaleza tenían su propio espíritu. De
especial importancia eran los animales, a los que admiraban y de los que
dependían para su supervivencia, por eso formaban una parte fundamental de sus
mitos, creencias y costumbres.
Los indios y la relación con la naturaleza
Pocas culturas a lo largo de la historia de la
humanidad han estado tan estrechamente vinculadas e integradas en la
naturaleza, como la forma de vida de los indios norteamericanos. Para ellos,
todos los elementos que les rodeaban, animados e inanimados, estaban
espiritualmente vivos: los árboles, las montañas, el agua o el viento eran
seres con vida y conciencia propia. Los indios entendían que los árboles o el
viento susurraban multitud de consejos, amenazas o advertencias y que eran la
morada de poderosos espíritus.
La admiración por los animales
Si la imaginación india ya atribuía a los
fenómenos naturales y los objetos inánimes las cualidades de la vida y el
pensamiento, a los animales los situaba en un escalón superior. El indio, en
continuo contacto con la naturaleza, había observado bien a los habitantes de
los bosques y las praderas, y sentía un profundo respeto y admiración por sus
aptitudes y habilidades instintivas.
Quedaba maravillado por aquellos animales que
eran más rápidos y ágiles que él en el arte de la caza, más sigilosos y astutos
a la hora de esconderse, más resistentes a las inclemencias del tiempo... En
definitiva, admiraba su capacidad de adaptación al medio y los consideraba sus
superiores en aquellas facultades que más le fascinaban y ansiaba tener. Así,
el zorro simbolizaba la astucia; el búho, la sabiduría; el gato salvaje, el
sigilo; el oso, la fuerza; el ciervo, la rapidez....
El totemismo animal en la mitología de los indios norteamericanos
Cuando los indios observaban estas habilidades,
quedaban impresionados por la superioridad manifiesta de los diversos animales
sobre ellos mismos, y era tanta la influencia que ejercía esa sensación de
superioridad que, si codiciaban cierta cualidad, se ponían bajo la protección
de aquel animal que la representara.
Y viceversa: si una persona o incluso una tribu
entera, poseía o se le atribuían unas cualidades especiales, recibían el nombre
del animal que mejor las simbolizara. De ahí la multitud de nombres indígenas
en los que aparece un animal, vangan como ejemplo los conocidos Toro Sentado, Caballo Loco o Águila Guerrera, o en el caso de las tribus, los Hurones y los Cuervos.
Esta asociación entre bestias y hombres llegaba a tal punto
que, transcurridas unas cuantas generaciones desde que la tribu recibía el nombre
animal, los miembros de la misma consideraban a dicha especie como sus propios
antepasados y pensaban que todos los individuos de la tribu o el clan
descendían del mismo animal, por lo que estaban emparentados sanguíneamente.
Este animal acababa siendo el tótem,
la representación espiritual del clan o tribu y se le consideraba su emblema
protector. Sin embargo, los indios no veneraban a estos animales, como ocurría
en la mitología egipcia, ya que no eran considerados dioses en sí,
ni son tampoco representaciones de los dioses, como sucedía en los mitos grecorromanos.
Los mitos de la creación de los indios norteamericanos
Las historias sobre el origen del mundo son un
buen ejemplo de la importancia de los animales en la tradición mitológica de
los indígenas norteamericanos. Con variaciones entre las distintas tribus, casi
todas ellas hacen referencia a un mundo primigenio cubierto por las aguas, en
las que diversos animales tenían que sumergirse para encontrar el barro o la
tierra necesarios para originar el mundo terrestre y los seres humanos.
Así queda reflejado en los mitos creadores de los
algonquinos
(grupo de tribus que se extendían por Canadá y Estados Unidos, entre las que se
hallaban los Pies Negros, Arapajoes, Cheyennes y Mohicanos). Según la leyenda,
el gran dios Michabo, cuando cazaba con unos lobos, se sorprendió al ver que
los animales se sumergían en un gran lago y desaparecían. Les siguió dentro del
agua con el objeto de rescatarlos, pero al entrar en el lago, de repente
subieron las aguas, que sumergieron al mundo entero.
Michabo dio entonces instrucciones a un cuervo
para que encontrara un trozo de tierra que pudiera servir como el núcleo de un
mundo nuevo, pero el pájaro regresó de su expedición sin éxito. Entonces el
dios mandó a una nutria con la misma misión, pero ésta también fracasó. Por
último, encomendó a una rata almizclera la búsqueda, y ésta, por fin, regresó
con la suficiente cantidad de tierra que permitiría a Michabo volver a crear la
tierra firme.
Hecho esto, el dios se dio cuenta de que todos
los árboles habían perdido sus ramas, así que lanzó cientos de flechas sobre
ellos, proporcionándoles así un nuevo ramaje. Finalmente, Michabo se casó con
la rata, y de su unión nació la especie humana. El mito es similar para otras
tribus, si bien con distintos animales con la función de conseguir la necesaria
tierra: un escarabajo para los Cheroquis, para los Chickasaw
un cangrejo de río, o un pato para los Seneca.
Indígenas norteamericanos: Sociedades en simbiosis con la naturaleza
Son muchos más los mitos de los indios
norteamericanos en los que los animales juegan un papel protagonista, aunque
todos tienen algo en común: recogen las tradiciones ancestrales de estos
pueblos que vivían en verdadera simbiosis con la naturaleza. Unas sociedades
que conocían, admiraban y respetaban la naturaleza.
Documentación extraída de: